Otello cantabile
Rustioni impuso una vena lírica donde los 'cantabile' parecieron tomar la delantera apoyados en marcados firmes, pero nunca exagerados, ni siquiera en la escena de conjunto del final del acto tercero
“En un teatro que ha experimentado Otello bajo batutas como las de Colin Davis, Carlos Kleiber, Georg Solti y, últimamente, Antonio Pappano, colocar en similar nivel de excelencia a Daniele Rustioni puede parecer exagerado. Pero no para quienes vivimos esta gran noche de ópera. A él se debe haber guiado orquesta, solistas y coro con un pulso interpretativo sin resquicios, del principio al fin. A diferencia de Solti, que confundía intensidad con agitación, Rustioni impuso una vena lírica donde los cantábiles parecieron tomar la delantera apoyados en marcados firmes, pero nunca exagerados, ni siquiera en la escena de conjunto del final del acto tercero. Los cromatismos tendieron a la luminosidad y las dinámicas y detalles de interpretación fueron de de precisa pero nunca preciosista exposición.
Ya en la primera escena me impresionó un coro controlado con arrebatadores sforzandi, y subito piani. Y tanto en el Credo como en relato del sogno de Casio, las violas -que tan bien comentan la personalidad de Iago- alcanzaron una luminosidad casi espectral. La variación de tiempos y contrastes fue extraordinaria: en el dúo de amor del primer acto Desdemona canta su “Quando narravi l’esule tua vita” como una entusiasta cantinela.
¡Y como nunca se oyeron las diferentes voces orquestales en la canción del sauce! Hubo una magnífica progresión dramática en el comentario orquestal a partir de “Fuoco di gloria” hasta la explosión nihilista después del brindis de Iago y, ¿para qué seguir? Merecería una crítica aparte comentar este Verdi maduro en orquestación y resolución dramática, pero tan radiante como en sus primeras obras.”
Mundoclasico, Agustín Blanco Bazán